El concejo abierto. El espacio asambleario a recuperar

Artículo de Daniel Boyano Sotillo, miembro del colectivo El Huerto del Pozo. Publicado originalmente en el blog de la Asociación Salmantina de Agricultura de Montaña y posteriormente, en versión algo más reducida, en el número 17 de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas (mayo de 2014). Sobre el concejo abierto, dimensión política histórica del comunal en el mundo rural popular.

Introducción

La cuestión de cómo administrar adecuadamente los recursos naturales utilizados por muchos seres humanos está todavía por solucionarse. Algunas personas confían en que «el Estado» controle estos recursos para impedir su desaparición; otros sugieren que su privatización resolvería todos los inconvenientes. Sin embargo, lo que se observa en el mundo es que ni el Estado ni el mercado han logrado con éxito que la sociedad mantenga un uso productivo, a largo plazo, de estos bienes naturales.

Además de éstas, existen otras formas de organización social que no se parecen ni al Estado ni al mercado, sino que han regulado de forma comunitaria, asamblearia y directa los sistemas de recursos con grados razonables de éxito durante largos períodos. Nos estamos refiriendo a los Concejos Abiertos, que trabajaban principalmente sobre los espacios comunes de los pueblos y villas. Son los grupos humanos, su articulación ambiental, económica y social, sus pautas culturales y no simplemente la legislación, lo que explica su dinámica.

Se llama Concejo Abierto a la realización de asambleas por parte de los vecinos y vecinas donde se trabaja el autogobierno y se toman las decisiones sobre el patrimonio y sobre las cuestiones que afectan a la comunidad. En otras palabras, los Concejos Abiertos son verdaderos ejemplos de democracia real participativa, son escuelas políticas de base autogestionadas por el vecindario donde la mujer tenía derecho a voto (varios siglos antes de que España y otros Estados lo permitieran). Las decisiones más importantes sobre sus bienes vitales (montes, agua, caminos…) se tomaban escuchando la voz de todo el vecindario sin excepción.

En la actualidad en más de 1.000 pueblos y villas del territorio español todavía pervive esta forma de estructura social que se inicia con el famoso toque de campana: el toque en Concejo.

¿Qué es el Concejo Abierto?

En el subconsciente de las personas de los pueblos siempre se entendía el concejo como una reunión para organizar el trabajo en espacios comunes. «El concejo lo formaban los vecinos del pueblo. Cuando se formaba una casa aparte ya tenía que ir al concejo un representante de esa nueva casa», explicaban en Terroso el señor Santiago y el Tío Galán.

El Concejo Abierto no sólo intentaba satisfacer las necesidades materiales de una determinada localidad, sino también las necesidades humanas psicosociales, de tipo inmaterial, de apego, identidad, cariño, compañía y aprecio, de generosidad y servicio desinteresado, hoy casi completamente desaparecidas. Según Justa, vecina de Puebla de Sanabria de casi 100 años de edad, «hoy prevalece el sácate tú para ponerme yo, al no haber amor hacia nada ni nadie. Cada uno va a lo suyo y sólo se centran en lo material. Se está perdiendo la hermandad ya que antes los vecinos eran como hermanos y si ocurría algo en una casa todas las personas iban a ayudar». De estas palabras se puede deducir que el calor colectivo ha sido sustituido por el frío individualismo y la falsa libertad.

Funcionamiento del Concejo Abierto

Los Concejos Abiertos son una forma de asamblea vecinal y popular cuya existencia hay que buscarla en la alta Edad Media, manteniendo una continuidad histórica de más de diez siglos. Podemos asegurar que era muy amplio el comunal en los siglos pasados, esto es, el conjunto de recursos y patrimonio (cuentos, canciones, recetas gastronómicas, sierras, molinos, hornos, bueyes, acequias de riego o los “coutos”, como se conocen los pastos preparados por el común del vecindario para proporcionar hierba a los animales durante el invierno) que desde sus orígenes eran administrados por las y los vecinos de los pueblos mediante el Concejo Abierto, ya que pertenecían al vecindario. De esta forma, nuestras y nuestros antepasados durante siglos han asistido a asambleas gubernativas, han hablado en ellas y han decidido sobre sus vidas. Como decía Antonio, vecino del pueblo de Río de Onor, «se juntaba un vecino por cada casa para cada acción en Concejo Abierto, y al final de la votación se hacía recuento y se veía quien había obtenido más votos».

La administración del monte comunal mediante Concejo Abierto se realizaba con un alto grado de eficiencia ecológica y de sostenibilidad de los ecosistemas, lo que le otorgaba un indudable valor social, cultural, ambiental y paisajístico. Se trabajaba a favor de la naturaleza y no en su contra para que proporcionara lo que se necesitaba para mantener la vida, con un mínimo esfuerzo y sin provocar daños, al replicar sus procesos naturales adaptándolos a las necesidades humanas. Asimismo, la base de su funcionamiento consiste en que lo que resulta beneficioso a nivel grupal y ambiental también lo era a nivel individual y viceversa.

Una de las tareas del Concejo Abierto era y son trabajos comunitarios de raíz democrática, que se ejecutan mediante las Hacenderas o Facenderas, palabra derivada del latín «facienda» (lo que debe hacerse) y que se refiere al trabajo en el que debe acudir todo el vecindario para ser de utilidad común.

El espíritu comunitario animaba a las facenderas. Cada vecino o vecina debería tomar parte en ellas a menos que existiera un motivo que le eximiera. Las áreas rurales tenían sistemas de organización basados en el soporte mutuo, no subyugados por la lógica de la acumulación y el beneficio, autogestionados, no jerarquizados y de marcado carácter local.

Había tiempo fijos para algunas facenderas, como era:

  • febrero o marzo, para limpiar fuentes, presas, canales, riberas de ríos y arreglar puentes
  • junio, para arreglar caminos y pasos necesarios para sacar la hierba
  • septiembre, para sacar el adobo, recoger la hoja o la leña
  • y los meses de invierno para apilar la nieve, haciéndose cada uno cargo de su varal o trecho.

De esto se deduce que cada persona desarrollaba sus capacidades para ejecutar distintas tareas, otra diferencia importante con el actual mundo especializado. Las facenderas son el pueblo en acción para realizar una labor común, en un terreno común, con un beneficio común.

Los entes estatales tienen en este campo de las costumbres todavía mucho que aprender y dejar hacer, a fin de que se recupere el sentido no sólo práctico y efectivo, sino el cívico y comunitario de una institución tan sabia y meritoria como es el Concejo Abierto y su trabajo mediante facenderas. La Real Academia de la Lengua tampoco colabora con su pervivencia. En su última edición ha decidido suprimir del término «hacendera» la última acepción: «Trabajo al que debe acudir todo el vecindario, por ser de utilidad común», y lo relaciona con trabajos para la propia hacienda.

Competencias del Concejo Abierto

La finalidad principal de los Concejos Abiertos era el trabajo mediante hacenderas o facenderas, pero existían concejos extraordinarios frecuentes para tratar cuestiones generales que afectaban al pueblo. Aunque eran menos usuales, también se daban los concejos deliberativos. Como explicaban en el pueblo de Santa Colomba, «el concejo era para organizar el trabajo, pero también había concejos para hablar. Si era necesario dar alguna disposición que viniera inesperadamente, se reunía el pueblo para darla a conocer. Las informaciones y asambleas que se daban a los grandes castaños, en concejo abierto…»

Otra competencia del Concejo Abierto era mantener la relación humana entre el vecindario mediante Concejos Extraordinarios, poniendo fin a los enfrentamientos y reconciliando a quienes hubieran tenido desavenencias. Se solucionaban los conflictos simplemente hablando mediante el autogobierno de iguales, sin dominadores ni dominados. En Terroso, explicaba el vecino Santiago que «era como un apoyo de unos con otros, aunque se llevaran mal, se llegaba al concejo, es necesario hacer esto, y se acababan las disputas. Incluso existían concejos que se desarrollaban entre dos pueblos».

En el mundo concejista de la villa se encuentran algunos de los ingredientes clave para el sustento de la cultura popular. El pueblo o villa, en los siglos de máximo esplendor del Concejo Abierto, era creador de cultura, no consumidor, y el humano medio no solía ser, como ocurre ahora, un sencillo espectador, sino que mostraba sus habilidades al resto para que todas las personas pudieran deleitarse. Un ejemplo de este valor cultural era la fiesta, que también se organizaba mediante Concejo Abierto y no se compraba como ocurre en el presente. Según Emilio de Robledo «trabajabas, pero te lo pasabas bien, se mezclaban los chicos y chicas jóvenes, había vino y se ofrecía comida, hablaban, pero no acostumbraban a emborracharse ya que se respetaba mucho. La mayoría de las fiestas se correspondían con el fin de trabajos comunales o facenderas».

Aprender del Concejo

Partiendo de esta crisis actual, entiendo crisis como un cambio, principalmente moral, base para el resto de transformaciones, la vuelta al Concejo Abierto basado en las tierras comunales pretende poner en valor estas formas ancestrales de entender y afrontar la vida imitando la naturaleza y la colectividad, donde la economía era un simple subsistema de la ecología local.

Estas personas tenían y tienen presente que al cultivar y recolectar nos hacemos más humanos, puesto que se requiere una secuencia lógica, pensar con retrospectiva y perspectiva teniendo en cuenta el funcionamiento de la naturaleza. Entendiendo así que la tierra no tiene propiedad, es decir, la tierra no es para quien la trabaja, en todo caso sólo sus productos y siempre bajo la base del respeto y la armonía ambiental.

El Concejo Abierto cuidaba el abastecimiento de la población, buscando proveedores fiables de lo que su tierra no producía y, sobre todo, fomentando unos u otros cultivos y ganado para que lo básico fuera suficiente en el plano local. Asimismo, regulaba la circulación de bienes prohibiendo el beneficio de lo que no era excedente y estimulando la importación de unos pocos productos que fueran escasos, lo que expresa la soberanía del pueblo o villa en el ámbito económico. Además, existía una mayor equidad social y menos desigualdades económicas ya que el dinero y la propiedad privada eran prácticamente inexistentes; de hecho en algunos casos impedía que unas personas contaran con más recursos que otras, por ejemplo, en ocasiones estaba limitado el número de cabezas de oveja que un vecino o vecina podía tener si se consideraba que el couto no iba a ser capaz de proporcionar suficiente alimento para las nuevas ovejas. Otro ejemplo era la gestión comunal del agua en base a la demanda y a las hectáreas totales que hubiera que regar dejando un número de horas similar a cada familia.

El Concejo Abierto era un ejemplo de democracia directa popular donde todas las personas que lo componían tenían claro que vivían en un pequeño ciclo cerrado de la ecología donde todo recurso consumido se transforma en una nueva materia prima para alimentar diferentes procesos.

La mujer en el Concejo Abierto

El papel de la mujer en el Concejo Abierto histórico, y no en lo que tenemos hoy en día en algunos pueblos y villas, no ha sido muy investigado pero sí se conocen algunas características relevantes en las que la mujer destacaba por su rol protagonista dentro y fuera del núcleo familiar. Por un lado, se sabe que el trabajo de los cuidados, en su mayor parte realizado por mujeres, estaba muy valorado socialmente, puesto que era fundamental para el mantenimiento de la comunidad. Por otra parte, la mujer podía acudir como representante de la casa al Concejo Abierto.

Sin duda, hay que seguir indagando en este tema, resolver dudas como si, en la práctica era o no habitual la participación de las mujeres en los concejos y, por supuesto, deberíamos quedarnos con aquellos aspectos que nos lleven a vivir en igualdad.

Conclusión

Si se ha conservado el Concejo Abierto en muchas regiones es porque la gente que vivía de ellos los defendió en la medida en que tuvo fuerzas para hacerlo. No son residuos arcaicos que se han conservado en zonas apartadas y de montaña que no ofrecen ningún interés al haberse quedado al margen del progreso, como quizás podría pensar a priori, sino potenciales inspiradores del cambio que juntos y juntas debemos construir.

NOTA: El artículo está redactado en pasado y presente ya que existen aspectos del Concejo Abierto que perviven.


Relacionado (en catalán):

Fuente: reconstruirelcomunal.suportmutu.org

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